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«Thunderbolts / The New Avengers» – Reseña de la película

En un universo cinematográfico que ha sido construido a base de idealismos, grandeza moral y heroísmo tecnicolor, Thunderbolts irrumpe como un experimento atípico, una anomalía autoconsciente que escarba en las heridas de los personajes olvidados, de los segundones, los fallidos, los rotos. Marvel, por primera vez en mucho tiempo, entrega una película que no busca brillar, sino confrontar.

Un escuadrón de redención y fractura emocional

La premisa no es nueva: un grupo de inadaptados reunidos para ejecutar misiones moralmente turbias. Sin embargo, lo que diferencia a Thunderbolts es la forma en que aborda la fractura psicológica de sus protagonistas. Aquí no hay discursos de unidad ni épicas fraternales. Hay desconfianza, trauma, dependencia emocional, y una necesidad urgente de encontrar sentido en medio del caos.

Yelena Belova (Florence Pugh) es el corazón roto del escuadrón. Llena de culpa, cansancio y una furia silenciosa, carga con la sombra de Natasha sin buscar reemplazarla, sino desenterrar su propio propósito. Sebastian Stan, como Bucky Barnes, encuentra quizá su interpretación más silenciosa y dolorosa desde The Winter Soldier. Bucky es un hombre que ya no cree en misiones ni en redención, sino en la inercia de seguir vivo. El guion le da espacio para habitar sus silencios, para arrastrar su historia sin necesidad de grandilocuencia.

Ghost (Hannah John-Kamen) y Taskmaster (Olga Kurylenko) ofrecen dos retratos de lo que significa ser una “herramienta desechada”. Ambas personajes, construidas por otros, vaciadas de agencia, se enfrentan a su humanidad como si la estuvieran conociendo por primera vez. Aunque sus arcos no tienen el mismo tiempo en pantalla que Yelena o Bucky, sus momentos son devastadores.

Red Guardian (David Harbour) y U.S. Agent (Wyatt Russell), por su parte, se convierten en los polos ideológicos más cínicos del equipo. Mientras uno representa una versión de la paternidad patética y fallida, el otro es el espejo más crudo del sueño americano militarizado. Y aunque a veces parecen caricaturas, hay atisbos de profundidad emocional que los redimen.

Un guion que apuesta por el dolor, no por la gloria

El guion de Thunderbolts, firmado por Eric Pearson y refinado por Lee Sung Jin, no es perfecto. Hay momentos en los que la narrativa flaquea, especialmente cuando la acción parece ser una obligación contractual. Pero en su núcleo, se atreve a hacer lo que pocas películas del UCM han hecho: detenerse. Contemplar. Hacer que los personajes hablen (y se escuchen) en vez de simplemente avanzar hacia la siguiente escena de batalla.

Los enfrentamientos físicos no son el punto fuerte de esta cinta, sino los enfrentamientos internos: los duelos de culpa entre Bucky y Yelena; la rabia contenida de Ghost hacia quienes la moldearon; el vacío de Taskmaster como eco de una identidad robada. Schreier deja que estos momentos respiren, aunque a veces queden sepultados por la maquinaria Marvel.

Estética austera y dirección con intención

Jake Schreier logra una puesta en escena menos luminosa y más contenida. Con una fotografía cargada de tonos grises, azules fríos y encuadres cerrados, crea un entorno que transmite opresión e intimidad a la vez. La cámara rara vez se aleja: se queda cerca de los rostros, de los temblores de manos, de las miradas vacías. Hay ecos de The Falcon and the Winter Soldier, pero sin la carga política directa: aquí la política es emocional, es el precio de haber sido usado por el sistema.

La música, compuesta por Henry Jackman, acompaña sin imponerse. Su tono melancólico, por momentos casi post-apocalíptico, subraya que esta no es una historia sobre ganar, sino sobre resistir.

Un antagonista vacío

Lamentablemente, la película se tropieza en lo que suele ser el gran dilema de Marvel: el villano. Sin entrar en spoilers, el antagonista carece de una construcción real. Su presencia es más un pretexto para unir al equipo que una fuerza narrativa. En una historia que invierte tanto en explorar la psique de sus protagonistas, resulta decepcionante que el enemigo carezca de matices, motivaciones sólidas o una presencia significativa.

En conclusión, Thunderbolts no es una película para todos. No tiene la adrenalina de Infinity War, ni el humor vibrante de Guardians of the Galaxy. Es una cinta áspera, íntima, incómoda. Se siente más cercana a Logan o incluso The Suicide Squad de James Gunn, pero sin el nihilismo caricaturesco. Es, en el mejor sentido, una película sobre los márgenes.

Con este proyecto, Marvel parece intentar madurar. Alejarse —al menos por un momento— del espectáculo sin alma, y voltear a ver a los que quedaron atrás. ¿Es perfecta? No. ¿Es necesaria? Tal vez más de lo que muchos fans están dispuestos a aceptar.

LO BUENO

  • Una Florence Pugh magistral, vulnerable y feroz.
  • Tratamiento adulto del trauma, la pérdida y la identidad.
  • Dirección sobria con intención narrativa.
  • Riesgo temático y emocional para el UCM.

LO MALO

  • Villano plano y olvidable.
  • Ritmo irregular en su segunda mitad.
  • Algunos personajes quedan subutilizados (Ghost, Taskmaster).

Calificación

100 - 85%

85%

Thunderbolts es el testimonio de un universo que, tras tanto brillar, finalmente se permite oscurecerse... y en esa oscuridad, encuentra algo sorprendentemente humano.

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Moisés García

Mitad caballero, bohemio y embustero; algo soñador y poeta. Cinéfilo y Fotógrafo. Fan de Andy Kauffman.

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