«Lilo y Stitch» – Reseña de la película

Cuando Disney anunció que una nueva versión en acción real de Lilo y Stitch vería la luz en 2025, muchos levantaron las cejas. ¿Cómo trasladar al mundo real una historia tan íntima, excéntrica y emocionalmente poderosa sin perder su esencia? La respuesta es compleja, y el resultado —dirigido por Dean Fleischer Camp— no es un calco del clásico de 2002, sino una lectura más introspectiva, adulta y culturalmente consciente. Una obra que no busca complacer, sino confrontar.
Lejos de contentarse con replicar los elementos que hicieron entrañable a la cinta original, esta versión propone una relectura más grave y emocional de su historia central. Y aunque eso ha generado divisiones entre los fanáticos, lo cierto es que Lilo y Stitch (2025) logra algo inusual: convertir una historia sobre familia en una meditación profunda sobre el amor, el duelo y la responsabilidad adulta.
Una familia fracturada y el peso de decidir
Ambientada nuevamente en la isla hawaiana de Kauaʻi, la historia sigue los pasos de Lilo Pelekai (Maia Kealoha), una niña con una imaginación desbordante y una profunda sensación de soledad tras la muerte de sus padres. En un intento desesperado por encontrar conexión, Lilo adopta a Stitch, un experimento genético alienígena con instintos destructivos y una ternura incipiente. La película sigue su relación mientras Lilo intenta mantener unida su pequeña familia junto a su hermana mayor, Nani (Sydney Agudong), enfrentándose a la posibilidad de perderse mutuamente.
Sin embargo, esta versión introduce un cambio argumental clave que ha dividido a la audiencia: Nani decide ceder la custodia de Lilo a su vecina Tūtū (Amy Hill), para poder ingresar a la universidad y construir un futuro. No es una decisión malintencionada ni forzada. Es, por el contrario, una elección profundamente humana: el reconocimiento de que a veces amar significa renunciar.
Este giro, ausente en la versión original, redefine el significado de “ohana” —esa palabra que significa familia, y que implica que nadie se queda atrás ni se olvida— desde una óptica más dolorosa, pero también más realista. No todos los lazos familiares se sostienen desde la permanencia. A veces, también se construyen desde la despedida.
Maia Kealoha: una revelación actoral
Con apenas siete años, Maia Kealoha se posiciona como uno de los rostros infantiles más prometedores de la nueva generación de intérpretes. Su Lilo es salvaje, brillante, frágil y auténtica. En cada mirada, en cada gesto, transmite una emocionalidad que escapa de lo convencional. Su interpretación convierte al personaje en algo más que una figura entrañable: lo vuelve trágicamente universal.
Agudong, por su parte, ofrece una Nani matizada, que equilibra la severidad de la responsabilidad con la dulzura del cuidado fraternal. La película no la idealiza ni la condena. La muestra como lo que es: una joven obligada a madurar demasiado pronto, intentando hacer lo correcto en un sistema que no facilita los afectos.
Un Stitch más real, pero igual de tierno
Stitch conserva su irreverencia, su caos interior y sus dientes afilados, pero en esta versión cobra una densidad emocional adicional gracias al impresionante trabajo de animación digital de Industrial Light & Magic. Con una estética realista que evita lo grotesco, Stitch no pierde su carisma y gana en expresividad. Su transformación, de criatura programada para destruir a ser capaz de amar, se siente menos mágica y más emocional, más ética. Más humana.
El elenco se completa con Zach Galifianakis como el científico alienígena Jumba y Billy Magnussen como Pleakley, dos secundarios que aportan momentos de ligereza sin desplazar el núcleo emocional de la película. Chris Sanders regresa como la voz de Stitch, un gesto simbólico que conecta la obra con su herencia original.
Música, cultura e identidad: una carta de amor a Hawái
Uno de los aciertos más destacables de esta adaptación es su fidelidad y respeto por la cultura hawaiana. Desde el uso del idioma hasta la selección de locaciones reales y la elección de un elenco mayoritariamente nativo, el filme apuesta por la autenticidad. La isla no es un simple fondo visual, sino un personaje más, un contexto que respira.
La banda sonora, producida en parte por Bruno Mars e interpretada por talentos como Iam Tongi, Nyjah Music, Zyah Rhythm y el coro de la Kamehameha Schools, mezcla clásicos de Elvis Presley con nuevas versiones que honran la tradición local. La música, lejos de ser un simple acompañamiento, se convierte en parte del relato emocional de los personajes.
Una película para quienes crecieron… y entendieron lo que significa soltar
Lilo y Stitch (2025) no es una película dirigida exclusivamente al público infantil. Aunque conserva momentos de humor y calidez, su tono general es más introspectivo y sobrio. La cinta propone una reflexión sobre la adultez como ruptura, la maternidad delegada y el amor que se manifiesta no solo en permanecer, sino en dejar partir.
Esto la convierte en una obra que resonará con quienes han experimentado la pérdida, la transición o la responsabilidad afectiva. Con quienes saben que “ohana” no es solo pertenencia, sino también respeto por los caminos individuales.
Así que, en conclusión, todos los espectadores abrazarán esta versión de Lilo y Stitch. Hay quienes la considerarán innecesaria o demasiado distante de la chispa lúdica del original. Sin embargo, quienes acepten su invitación al replanteamiento emocional descubrirán una película de una madurez poco habitual en el catálogo actual de remakes de Disney.
Dean Fleischer Camp no dirige una copia; ofrece una relectura desde el dolor, la belleza y la verdad. Y esa verdad, aunque incómoda, es necesaria. Porque crecer también implica mirar con otros ojos las historias que nos formaron… y aprender a reescribirlas.
Lo mejor
- Maia Kealoha como Lilo: Una revelación. Su interpretación es profunda, sensible y absolutamente creíble. Roba cada escena.
- Representación cultural auténtica: El uso respetuoso de la cultura hawaiana, con locaciones reales, lenguaje y música tradicional, es un gran acierto.
- Stitch en CGI: Realista pero encantador, mantiene su personalidad caótica con una expresividad emocional más madura.
- Dirección emocionalmente honesta: El filme no teme explorar el dolor, el duelo y la complejidad del amor familiar.
- Banda sonora poderosa: Bruno Mars, Iam Tongi y otros artistas aportan una fusión moderna y emotiva que enriquece la narrativa.
Lo discutible
- Cambio en el final: La decisión de Nani de ceder la custodia de Lilo es controversial. Algunos lo ven como un giro maduro; otros como una traición al mensaje original de “ohana”.
- Tono menos infantil: La película adopta un enfoque más sobrio y adulto, lo cual podría alejar a las audiencias más jóvenes que esperen una aventura ligera.
- Riesgo narrativo limitado: Aunque emocionalmente ambiciosa, algunos críticos consideran que la película no aporta suficiente novedad frente al original.
- Secundarios menos memorables: A excepción de Pleakley y Jumba, los personajes secundarios no tienen tanto desarrollo como en la cinta animada.
Calificación
100 - 80%
80%
Una película que no solo moderniza un clásico, sino que lo profundiza. Emocional, madura y auténtica.